Misionera Seglar del CDM
Soy Teresa Monedero, tengo 22 años, y he tenido mi primera experiencia misionera este verano, durante casi dos semanas, en Ghana.
Éramos un grupo de ocho personas: dos sacerdotes, dos seminaristas y cuatro chicas, y nos dividimos en dos ciudades: unos se quedaron en Tema, que está cerca de Accra; y el segundo grupo, en el que iba yo, marchamos en autobús hacia Kumasi en el interior.
Más allá de los detalles prácticos y de la preparación previa, llegas allí y te encuentras un lugar que nada tiene que ver con lo que conocemos de Europa. Todo el mundo, o casi todo, está en la calle: cocinando fuera, o vendiendo, o simplemente están fuera, y eso, a primera vista, sorprende bastante, bueno en sí, personalmente estaba fascinada con todo.
Estuvimos ayudando a las Misioneras de la Caridad de allí. Por ejemplo, un día normal era: levantarnos a las 5.30 para llegar a casa de las sisters y estar un rato en la capilla rezando antes de que la misa empezara, la celebración de la misa y después de la eucaristía, solían rezar unas oraciones entonces las rezábamos con ellas. Más tarde íbamos a una parroquia a dar catequesis y hacían dos grupos con los más pequeños y luego los mayores, hasta la hora de comer que les llevaban comida. Y nosotros ya marchábamos de vuelta a su casa y comíamos allí. Luego, después de comer, salíamos al patio que tienen y estábamos con los chicos que están en aquella casa. Las hermanas tienen bebés (alguno su madre estaba allí), infantes, y mayores, hasta algún anciano. Jugábamos al futbol, saltábamos a la comba,... lo que fuera. Y a las 17 nos metíamos a la exposición del Santísimo hasta las 19 más o menos, y después solíamos cenar y marchar para nuestros lugares de reposo.
Ahora, centrándome en mi experiencia más que en hacíamos, hacíamos, hacíamos... Comenzar el día con la misa y tener diferentes momentos de poder orar, era increíble ¿no? Poder dejarte completamente en las manos de Dios y decirle, estoy aquí para servirte y haz de mi lo que quieras, que lo que pase hoy sé que estarás conmigo. Incluso, el poder descansar después de un día agotador para todo tu ser, y también tenerle presente en todo lo que ocurriera, ha sido un gran regalo poder en cada niño, en cada persona que nos hemos cruzado allá, ver en esas sonrisas y a veces en ese llanto y sufrimiento a Cristo.
No puedo no hablar de "mi niño", había un niño, es para comérselo, no sé cómo describirlo pero tenía una cara de pillo y a la vez de niño bueno, por ejemplo, dos días o tres después de haber llegado estaba malo de malaria, y se dejaba coger, así que le cogí, estaba apoyado en mi hombro y se quedó dormido, entonces también ser para otros descanso.
Otra anécdota que me llamó la atención, empezamos a fregar los cacharros para que las hermanas no lo tuvieran que hacer, y recuerdo a la hermana Mary Margaret diciéndole al padre José María, pero qué hace y él la dijo: "Hermana, estoy aquí para servir no para ser servido".
Realmente no estuvimos todo el tiempo que querríamos, pero ha sido una experiencia que sin duda alguna no se puede describir con meras palabras, sino que tienes que vivirlo para poder dejarte guiar por Dios y recordar que vas a servir no a ser servido. Incluso en tu día a día normal, nos dejamos absorber por la rutina muchas veces; y además, el tener un grupo con el que poder compartir cada día me enseñó a ver y querer a todos como Dios les quiere con sus talentos que el mismo les dio y sus defectos.
Teresa Monedero Rodríguez. Misionera Seglar