Ha vivido este verano con las Misioneras de la Caridad en Sierra Leona y comparte esta experiencia que le hace preguntarse:
¿Qué hago yo aquí...?
Día 5 de agosto, 5 de la tarde, aeropuerto de barajas, 14 personas nos dirigimos a los mostradores de la Royal Air Maroc para facturar las maletas, cargadas de medicamentos, ropa, material escolar... con destino Sierra Leona. A las 18:30 horas embarcamos destino Casablanca, donde haremos escala después de 5 horas conociendo el aeropuerto y sus sillones. Por fin a las 6 de la madrugada del día 6 llegamos al aeropuerto de Lungi y pasamos por las cabinas donde amablemente nos toman las huellas, una foto y comprueban que nuestro visado esta en orden.
Recogemos nuestras maletas y nos espera un mini-bus encabezado por Francis un sierraleonés que trabaja en casa de las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta y que ha hecho noche en el aeropuerto esperando nuestra llegada, nos montamos en el minibús no sin antes mojarnos un poquito, está diluviando, algo que nos acompañara en esta experiencia, la humedad del ambiente es tremenda y en el autobús además de nosotros, iban 4 sierraleoneses más, es decir, 18 personas que nos dirigíamos hacía el Ferry, 45 minutos de camino por una carretera "comarcal" sin luz y lloviendo, cuando llegamos tenemos que esperar a las 8 de la mañana a que salga el primer Ferry hacia la capital de Sierra Leona, Freetown. Montados en el Ferry viendo ya el puerto, rodeado de sierraleoneses y de mis compañeros de experiencia, me pregunto: ¿Qué hago yo aquí?
Montamos en el minibús de nuevo, que nos acerca hasta la casa de la Misioneras de la Caridad en Freetown, que por cierto este año celebran sus 25 años de presencia en Sierra Leona. Para 5 de nosotros ha terminado el viaje de ida, hemos llegado a nuestro destino, pero a nuestros 9 compañeros restantes les quedan 3h y 30 minutos en un Renault 21 hasta la otra casa que tienen las hermanas en Makeni. A todo esto no para de diluviar y cuando uno ve llover en Sierra Leona comprende realmente lo que es llover!
Despedimos a nuestros compañeros y nos dirigimos hacia la casa de los Misioneros Josefinos que nos alojaran durante nuestra estancia en este país, allí comeremos y dormiremos, además de compartir con ellos su experiencia misionera.
Nuestra labor diaria en casa de las hermanas puede parecer poca cosa, de hecho es poca cosa, que podemos ofrecer unos novatillos en esto de la misión? Enseguida uno comprende que lo que siempre se puede dar es amor, estar con los enfermos, hacerles reír, compartir su risa, su dolor, su vida, cantar con ellos, dar patadas a un balón, (en mi caso decir jugar al futbol es demasiado!), es estar dispuesto a todo lo que te pidan y darte sin reservas o por lo menos intentarlo. Pero uno no puede dar lo que no tiene, por eso compartimos todos los días con las Misioneras de la Caridad la Eucaristía por la mañana temprano y para terminar la jornada antes de cenar una hora de adoración.
Muchos de los enfermos de la casa están de paso, bebes desnutridos que están con sus madres hasta que cogen algo de peso, pero también hay enfermos que se encuentran en la recta final de su vida. Al final son ellos lo que te hacen reír, los que comparten contigo su vida, los que te enseñan sus canciones, y los que cuando te ven aparecer por las mañanas te saludan con la mejor de sus sonrisas como si les visitará la persona más importante de Sierra Leona.
Es cierto que sin mi mujer yo no habría comenzado esta y otra aventuras fuera de España, es en ella donde me apoyo y es con ella con la que comparto esta llamada de Dios a dar un poco de nuestra vida en tierra de misión. Gracias a ella he aprendido que todo se puede hacer con alegría y con una gran sonrisa. Tampoco podré olvidar la alegría y disponibilidad de mis compañeros en Freetown, Luis, Cristina y por supuesto José María, sin ellos nada habría sido igual, han sido otro don más en esta experiencia misionera.
Gracias a los misioneros que dan su vida sin reservas y la comparten con nosotros y se preocupan de que estemos bien. A los misioneros josefinos por acogernos en su casa, a los misioneros javerianos, a las hermanas de San José de Cluny y por supuesto a las Misioneras de la Caridad que abren su casa para que podamos contemplar aquello que la Beata Teresa de Calcuta llamaba "love in action". Gracias a la Iglesia de Madrid que nos envío y bendijo este viaje y a todos los parroquianos del Sagrado Corazón de Jesús que nos han sostenido con su oración, y como no, gracias a nuestros familiares y amigos que se preocupan, rezan y nos acompañan a la misión pues les llevamos en nuestro corazón.
Día 28 de agosto, 8 de la mañana, me reincorporo a mi cotidianeidad, cojo el coche y voy hacia el trabajo y me viene una pregunta a la cabeza... ¿Qué hago yo aquí?
Manuel Cuervo Godoy. Grupo "Jóvenes para la Misión" (Madrid)